sábado, 7 de febrero de 2015

Recreación

Mamá siempre cuenta que nací con los ojos abiertos. Lo cierto es que soy una persona muy observadora. A pesar de que el tiempo me haya convertido en miope y astigmática, he sabido fijarme en los detalles más que otras personas que gozan de una visión excelente. 
Los defectos visuales quizás nos aportan otra visión de las cosas, a menudo más poética. No es lo mismo divisar la realidad perfectamente nítida, que percibirla como en nebulosa, con el misterio y la magia que ello conlleva. Para un miope, las luces de una ciudad a lo lejos son algo parecido a la aureola que dejan los fuegos artificiales, pero persistente en el tiempo. Un paisaje se asemeja a un lienzo impresionista, donde las formas vienen definidas por la luz. Monet, el Greco o Cézanne percibían la realidad a su manera en un mundo en que la óptica no estaba del todo desarrollada y pintaron cuadros de un estilo irrepetible. El arte como recreación -volver a crear-.
Si a mi miopía y astigmatismo se añaden unas cuantas "moscas volantes", la realidad que percibo se parece a una película con los defectos y marcas que le dan su imperfección característica y que, respecto a mi subjetividad, me confieren un lado más humano.

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